Sin estridencias, sin alaracas, sin grandilocuencias…, sin pedantería ni esnobismo, pero… “Hace mucho tiempo que dejé de ser demócrata”. ¡Creo sinceramente que hoy día son muy pocos los que tienen consciencia clara de lo que es en realidad una democracia, en qué se fundamenta y cuáles deberían ser las reglas para que la democracia fuera aceptable!


 En la democracia helena de la que nos empeñamos en decir que nos inspiramos, las reglas no eran las de ahora y extrapolarlas nos lleva a unos sistemas que llamamos democráticos pero que nada tienen que ver con la idea original.


 Sócrates igualaba BIEN a VERDAD y MAL a IGNORANCIA. Sostenía que el ignorante busca la felicidad con la esperanza de colmar un vacío que no comprende e intenta llenarlo satisfaciendo sus pasiones, para lo que lucha contra otros, lo que acaba propiciando que surja el MAL.


 Para Sócrates, sin embargo, la VERDAD es única y la misma para todos, y sólo alcanzable con el razonamiento lógico y la comprensión de lo que nos rodea, y quienes logran alcanzarla son iguales entre sí, de donde deducía que "sólo se puede ser libre entre IGUALES" y concluía que no podía haber una clase gobernante entre iguales, pues deberían gobernar todos por igual, de donde las sociedades modernas aíslan el concepto de igualdad para aplicarlo al derecho al voto por igual.


 Pero esos "iguales" de Sócrates no eran todos los ciudadanos, porque la igualdad a la que se refería no es nuestra actual igualdad social y legal para elegir o ser elegidos, sino la igualdad en la sabiduría, que es mucho más que mera inteligencia, porque implica una profunda erudición en amplitud de conocimientos; que aporta sensatez, prudencia, claridad de juicio y previsión y que permite discernir las consecuencias futuras de nuestros actos, de forma que, en un sentido utilitario pero ético, pueden ser dispuestos en beneficio y mejora del Bien Común.


 Rousseau, en el preámbulo de  “El Contrato Social”, promulgaba que su derecho al voto le exigía la obligación de enterarse de las cuestiones sobre las que votaba y en ese sentido, en la democracia griega no votaban todos los ciudadanos, sino sólo aquellos que con sus intervenciones en el ágora demostraban haber cumplido con la obligación de enterarse de las cuestiones públicas: una forma de gobierno a la que no llamaban democracia, sino “Politeia”.


 A lo que hoy llamamos democracia, Sócrates, Platón, Aristóteles y más tarde Polibio, la denominaban “Oclocracia”, que literalmente significa “Gobierno de la Muchedumbre Inculta”. ¡Mientras la politeia se basaba en el gobierno de los más sabios, la democracia era el gobierno mediante decisiones de una turba ignorante!


 Las mayorías no eligen lo mejor, sino lo que la media cree que es mejor y la media, por propia definición, es “mediocre”.  Luego, matemáticamente, elegirán una solución mediocre; nunca la mejor solución, cuyo vislumbramiento solamente alcanzan los sabios. (Sabio = BIEN y Mediocridad = MAL).


 El Pueblo suele ser una muchedumbre formada por individuos que, aisladamente, pueden ser listos o torpes, tontos de remate, medio listos o listos del todo, pero en masa no son más que una multitud reaccionaria y emocional, imposibilitada de tomar decisiones razonadas.


 Y bajo el principio de que la mayoría es siempre mediocre, a un individuo inteligente y demagogo le basta con seducir a la muchedumbre inculta con promesas incumplibles y argumentos faltos de toda lógica, apelando a los prejuicios y las pasiones, hasta conseguir formar una mayoría electoral que le entregue su voto. Como decía Oswaldo Ríos, un demagogo es un tipo que promete cosas que sabe que no va a cumplir a ilusos que suplican ser engañados.


 Johann Christoph Friedrich Schiller decía que los votos no deberían contarse, sino que deberían pesarse en función de la formación e inteligencia de los que votaban y que era sabido que la inteligencia siempre había sido cosa de pocos. Y en España es aún peor pues, como decía MACHADO, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten.


 Me niego a ser muchedumbre inculta. Me niego a conformarme y ser cómplice de una estafa tan descomunal. Me niego a ser Rebaño. Me niego a ser de los que embisten.


 Por supuesto que respeto las leyes de la sociedad en la que vivo, pero no me pidan que haga míos sus dogmas, porque están basados en postulados erróneos y en el analfabetismo político y sociológico. En el desconocimiento de la Historia y de lo que significa la VERDAD y su vínculo con el concepto de IGUALDAD: La diferencia entre Igualdad para elegir y ser elegido; o igualdad ante la Ley, pero, sobre todo, la incapacidad de la mayoría para distinguir entre "Iguales" e "Igualdad ante la Ley".


 En definitiva... ¡HACE MUCHO QUE DEJÉ DE SER DEMÓCRATA!